Déu Pare, dame Gracia y pone en mí el deseo de buscarte, para que al buscarte pueda encontrarte, para que al encontrarte pueda amarte, y para que al amarte pueda odiar con todas mis fuerzas, con toda mi alma y todo mi corazón, todos los pecados de los que me has salvado...
En el Nombre de Jesús, amén!



domingo, 27 de enero de 2013

De Citas de Esas Tan Buenas que No Te Cansas de Releer de Tanto en Tanto... (57)

36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
Lucas 10:36
En Ministries of Mercy: The call of the Jericho Road., Tim Keller comenta lo siguiente,
La mayor parte de los comentaristas del Evangelio de Lucas, hacen notar que Jesús da la vuelta a la pregunta del intérprete de la Ley, el cual había preguntado 'Quién es mi prójimo'?, mientras que Jesús narra una historia y pregunta 'Quién es el prójimo'...?
Qué estaba intentando hacer Jesús?

Uno de los comentaristas más antiguos dice que 'Jesús intentaba darle al intérprete de la ley una respuesta mucho más diferente de la que esperaba, al forzarle a alabar a alguien racialmente odiado.
Así lo hace, pero prácticamente lo extorsiona a ello'.

Cómo hace Jesús para obligar al intérprete a reconocer al odiado samaritano como el héroe de la historia?
Incluso una descripción ficticia de un verdadero acto de misericordia es por naturaleza atractivo y convincente, incluso el demagogo más reacio debe inclinarse ante ello en honor.

Si nos hubiéramos enfrentado al mismo intérprete, nosotros habríamos inventado una historia así:
'Un judío -con quien el intérprete se podría haber identificado- baja por un camino y se encuentra a un hombre tendido en el suelo, desangrándose, y despojado de sus posesiones.
Tras una minuciosa inspección, comprueba que es un samaritano.
Sin embargo, desciende de su montura, venda las heridas de la víctima y le lleva a un lugar seguro.
Ahí está -le habríamos dicho al intérprete- he ahí tu respuesta, incluso un enemigo como un samaritano es tu prójimo si está necesitado'...

Dudo mucho que el intérprete se hubiera conmovido, pues habría dichi 'Ja! Si me encontrara a un samaritano acabaría con él! Qué historia más ridícula, qué judío con un mínimo de integridad actuaría de una manera tan loca'...?

Pero Jesús es un consejero más sabio que ninguno de nosotros.
Él invierte los papeles de los protagonistas.
Jesús pone a un judío -con quien el intérprete se podría haber identificado- tendido en el camino del que desciende un odiado samaritano.
Qué querría el judío del samaritano?
Ayuda, por supuesto.
Y para sorpresa de todos, el samaritano se detiene y le ofrece Misericordia.

Jesús ha acorralado astutamente al intérprete de la Ley, pues si éste se hubiera encontrado en el lugar del asaltado, habría querido ayuda de cualquier viajero, por muy samaritano que hubiera sido.

Jesús contesta la pregunta que él mismo hace: '¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones'?
Y la única respuesta posible es: Mi enemigo, el samaritano...!

Y a todo esto la última palabra es: Ve entonces y da lo que has recibido.
Brutal, nuestro prójimo es cualquiera necesitado, por muy enemigo nuestro que sea...

No obstante, nos hemos percatado que la historia de Marta y María viene inmediatamente después de la del samaritano?
No es casualidad, pues pretende evitar toda malainterpretación con respecto a la parábola del Buen Samaritano.

Cierto, mientras que la parábola nos indica cómo hemos de comportarnos, la historia de Marta y María nos advierte contra el peligro de convertir nuestro llamado a ejercer Misericordia como un afán frenético nacido del sentido del deber que a la larga pude llegar a apartarnos de la causa de todo nuestro obrar: Jesús, la imagen de Dios y Su Gloria...