Déu Pare, dame Gracia y pone en mí el deseo de buscarte, para que al buscarte pueda encontrarte, para que al encontrarte pueda amarte, y para que al amarte pueda odiar con todas mis fuerzas, con toda mi alma y todo mi corazón, todos los pecados de los que me has salvado...
En el Nombre de Jesús, amén!



martes, 21 de septiembre de 2010

De Romanos 4:6-8 (1)


La elección del análisis de estos versículos surgió a raiz de una conversación con mi amiga y hermana Viviana, la autora del blog El Único Dios Verdadero.

Ambos estamos de acuerdo que Dios nos santifica mediante el sufrimiento, ahora bien, no debemos confundir lo que para nosotros es un mal con lo que para Dios es un Mal.

Si para avanzar en Santidad, tuvimos que comer hierba... todas y cada uno de las briznas que pasaron a nuestro estómago fueron el mayor Bien posible.

Empecemos con Romanos 4:6-8,
6 Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,

7 diciendo:
Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas,
Y cuyos pecados son cubiertos.

8 Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado
.
De qué nos hablan estos versículos?

Del Evangelio.

Evangelio significa literalmente Buena nueva, y esas buenas nuevas son las bendiciones, las bienaventuranzas que leemos en los versículos 6º y 7º.

Remarco esto porque uno puede ser bienaventurado en las circunstancias más difíciles.
En efecto, no es uno bienaventurado cuando le insultan o denigran por predicar el Nombre de Cristo, por muy dura y humillante que sea la experiencia...?

Bienaventurado no significa estar libre de problemas, o angustias, lo que significa es que la relación que tienes con Dios es la mejor que un hombre puede tener.

Por tanto, no saques esto de tu corazón ni de tu alma, átatelo como señal en tu mano, y haz que sea por frontales entre tus ojos mientras lees esta entradita.

Si recuerdas lo que vimos en la entrada sobre Romanos 1:16-17, sabrás que esos versículos resumen toda la carta a los romanos,
16 Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.

17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá
.
El Evangelio son las buenas nuevas de Salvación de todo aquello que Pablo nos ha estado describiendo en los capítulos 1º, 2º y 3º, es decir, Salvación de la condena -eterna separación de Dios- que forzosamente se desprende de nuestro pecado.

Y cómo puede uno librarse de caer en las manos del Dios vivo?

Mediante la fe,
17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.
El Evangelio nos salva porque es la buena nueva de que la justicia de Dios se revela para ser recibida por fe.

Ok, pero cómo funciona esto?

Bien, de eso nos habla Pablo en Romanos 4:6-8.

El hombre necesita ser declarado como Justo para poder evitar la condena de la Ley, de la Justícia de Dios, no obstante, no hay hombre que pueda evitar pecar.

Haz la prueba.

Aquello que el hombre necesita -Justicia, una alma libre de pecado- es aquello que Dios exige para tener comunión con Él por toda la eternidad, mientras que aquello que el hombre tiene -el pecado- es aquello que Dios aborrece.

Estamos en un callejón sin salida?

Nop, estamos delante de la cruz.

Porque la respuesta a esa aparente encrucijada es Jesucristo nuestro Señor, el cual nos amó y dio su vida por nosotros.

Jesús, que llevó una vida de perfecta observancia de la Ley de Dios en el poder del Espíritu, aceptó -como el Cordero de Dios que era- recibir en él, el castigo que nos habría correspondido a nosotros.

La justicia de Dios permanece perfecta -nuestro pecado recibe el castigo que la Ley exige- mientras que a nosotros, mediante la fe, se nos imputa la justicia de Jesús, es decir, la vida sin pecado de obediencia a la Ley de Dios que el Señor vivió.

En la cruz se produce una transferencia de justicias.

Nuestro pecado en Jesús.

Su justicia en nosotros.

Toda la Salvación pertenece a Dios de principio a fin, de ahí que digamos que ésta es una Gracia, es decir, un favor inmerecido.
De ahí que digamos que no tenemos nada de que enorgullecernos, pues nuestra justicia es en realidad la que trabajó Jesús toda su vida, y el hecho de que nos libremos de nuestro castigo, es porque éste lo recibió el Señor Jesús.

Esto es lo que hace que el Evangelio sea un anuncio, una Buena Nueva de lo que Dios ha hecho por Su pueblo.

Un anuncio, no una serie de reglas que seguir para ser salvo.

El Evangelio es Dios ha hecho esto por ti, reconcíliate con Dios y recibirás esta Gracia.

Pero para variar divago.

Por lo anteriormente expuesto, no debemos nunca separar la justicia del Cristo de la de Dios pues la justicia de Dios se reveló en la perfecta obediencia hasta la muerte, y muerte de cruz, de Jesús.

Por consiguiente, la justicia del Cristo es la justicia de Dios manifestada a los hombres; de esto se coligue que estar en Cristo es estar en la justicia de Dios, estar en paz con Dios, es decir: ser bienaventurado.

En efecto, como hemos visto, la Bienaventuranza es que en la cruz ha habido una transferencia de justicias, o sea, que a Jesús se le imputan nuestros pecados, que carga con ellos, y que a nosotros se nos imputa su vida de santidad, su justicia.

Y esto último es lo que Pablo llama Justificación.

Ok, de momento lo dejo aquí para que todo el mundo compruebe lo explicado en sus Biblias, mientras escribo una segunda parte.

Mientras tanto, dad gracias a Dios Padre por todo en el Nombre de nuestro Señor Jesucrito...