Déu Pare, dame Gracia y pone en mí el deseo de buscarte, para que al buscarte pueda encontrarte, para que al encontrarte pueda amarte, y para que al amarte pueda odiar con todas mis fuerzas, con toda mi alma y todo mi corazón, todos los pecados de los que me has salvado...
En el Nombre de Jesús, amén!



domingo, 11 de noviembre de 2012

De la Iniquidad Goriosa del Rebaño de Dios...

2 Bienaventurado el hombre a quien el Señor no culpa de iniquidad...
Salmo 2
No tengo la menor duda de que David escribió este Salmo después de haber dejado seis metros bajo tierra al marido de Betsabé, e intentado hacer lo propio con Nabal, pues solo siendo consciente de la propia iniquidad, uno puede sentirse bienaventurado de no ser culpado de aquello de lo que precisamente es culpable.

En efecto, Romanos 3:10-18 habla de nosotros, y creer que no lo hace es el olor característico de muerte para muerte.

Y aunque el varón conforme al corazón de Dios no fue aventado como trigo ni quemado como paja, comparte la Gracia de todos aquellos que tenemos tanto mérito en ser peregrinos de Dios, como un árbol tiene de plantarse a sí mismo junto a corrientes de aguas.

Por mucho fruto que demos en su tiempo, y por mucho que nuestra hoja no caiga, quien nos confirma en Cristo es Dios, que nos ungió para poder ver lo que ojo no vio -nuestro pecado- y formar parte del coro de culpables que junto al resto del plantío canta las bienaventuranzas de Dios.

Y esa es la razón por la que Jesús fue contado entre los inícuos:

La iniquidad de la multitud incontable.
El rebaño de Dios...