Déu Pare, dame Gracia y pone en mí el deseo de buscarte, para que al buscarte pueda encontrarte, para que al encontrarte pueda amarte, y para que al amarte pueda odiar con todas mis fuerzas, con toda mi alma y todo mi corazón, todos los pecados de los que me has salvado...
En el Nombre de Jesús, amén!



martes, 24 de mayo de 2011

De 1 Juan 2:12-14, o los Tres Estados de Crecimiento Espiritual del Cristiano...


12 Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre.

13 Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre.

14 Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno.

1 Juan 2
Vemos que en este pasaje, Juan nos habla de tres estados de crecimiento espiritual: Niñez, juventud y paternidad.

Ahora bien, la edad que tiene uno no tiene nada que ver con el hecho de pertenecer a uno de estos tres estados.

En efecto, uno puede ser anciano, llevar treinta años en el Evangelio, y ser un niño en Cristo, así como uno puede ser un jovencito, y ser un padre en lo espiritual, de ahí las advertencias de Pablo a Timoteo.

Cuando a uno se le anuncian las Buenas Nuevas, es objeto de regeneración por parte del Espíritu Santo de Dios, uno muere al mundo y renace para Dios como nueva criatura.

Esto significa que todo cristiano renacido es un bebito en Cristo, un bebito que necesita cuidados, ser limpiado, consolado, un bebito lactante, desdentado, que lo deja todo perdido, que apenas puede gatear, y con quien uno debe procurar no enfadarse pues el chiquitín no es autosuficiente y está desconcertado ante la novedades del mundo que le rodea.

Para él todo es nuevo, todo es un peligro, y necesita apoyo y guía constante.

Esta es una de las cosas que muchos predicadores no comprenden.
Predican pues es mandato del Señor, olvidando que sus palabras fueron, Por tanto, id, y haced discípulos de entre todas las naciones.

El discipulado es fundamental, uno no puede ir por ahí dejando a recién nacidos en el Señor como quien planta setas.
Uno debe plantar semillas, es cierto, pero al mismo tiempo debe cuidar de su crecimiento...

Pero decía que cuando uno renace a Dios, es un bebito en Cristo, y como todos los bebés, solo es consciente de sus propias necesidades.

Su relación con Dios se centra en el modo en que éste satisface sus propias necesidades, Gracias Dios por tu Amor, gracias por tus bendiciones, gracias por limpiarme los pañales de pecado, consuélame, levántame, dame, dame, dame...

Su papel es puramente pasivo, no activo,
Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su Nombre,
En efecto, su relación con Dios orbita alrededor de sí mismo, del grado en que el Señor cubre sus carencias espirituales e incluso materiales.

De este modo, al bebé le atraen mensajes tales como
28 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
Mateo 11

37 En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.
Juan 7

2 Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre...
Génesis 12
Y le atraen porque se orientan directamente hacia sus necesidades, en otras palabras, el bebito ve a Dios y lo espiritual como un medio de satisfacer sus carencias, no como un fin en sí mismo.

Como niños, los bebitos en Cristo juegan en el parque de la vida, y solo recurren a Dios cuando se hacen daño, o viene un niño más grande que él a pegarle.

Entonces, y solo entonces, cuando su mundo se ve alterado, es cuando recurre a papá Dios.
No, no es maldad, no es egoísmo, es inconsciencia de la realidad del mundo, desconocimiento de a qué han sido llamados.

Por esta etapa hemos pasado todos los cristianos, es una etapa mundana donde lo más importante sigue siendo el Yo, donde uno lucha contra el pecado para evitar malos sentimientos, no por aborrecimiento al pecado en sí, donde uno compite con sus hermanos, no busca edificarlos, donde las caídas de su prójimo son victorias, donde la búsqueda del prestigio propio impera...

Sigamos.
La siguiente etapa es descrita por Juan del siguiente modo:
Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno, Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno.
En esta etapa, el bebito ya ha sido fortalecido y es consciente de sus propias capacidades.

Comprende que una de las promesas del Señor es la de liberarnos de la esclavitud del pecado, comprende que tiene las mismas herramientas de las que dispuso el Señor en vida (Espíritu Santo y una voluntad entregada a Dios), y vive una vida alejada del pecado.

Su campo visual se ha agrandado, va más allá de sí mismo pero todavía no es consciente de la realidad circundante que le rodea, de ahí que permanezca en su trono de inconsciente ego-centrismo.

Remarco lo de inconsciencia pues no hay maldad ni en la niñez ni en la juventud cristiana.

Uno debe pasar por estas etapas, y a ningún hermano que esté en ellas se le debe hacer sentir culpable por ello.

A ninguno.
Dios da el crecimiento apropiado a cada uno, de ahí que unos vayan más rápido, y otros vayamos más lento.

Es cierto que es trágico que haya hermanos que tras treinta años en el Evangelio todavía vayan a gatas buscando defectos en sus hermanos, sintiéndose amenazados por los progresos espirituales de sus hermanos, aferrándose al legalismo, rivalizando en todo, pero es que en todas las iglesias hay ovejas y cabras.

Quien tenga oídos para oír que oiga.

Por último llegamos a la etapa de paternidad,
Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio.
El padre es el que -a imagen del Cristo Dios- busca el beneficio de los demás, no el propio, no busca lo suyo sino lo del Señor, comprende que hay mayor bendición en dar que en recibir, no se agrada a sí mismo y sostiene a los débiles en la fe, y ese largo y maravilloso etcétera que hace que uno vea reflejado al Señor en el hermano...

Pero ojo, evitemos malos entendidos.
No es que el bebito y el jóven pidan y el padre sea autosuficiente.

Todos, absolutamente todos los cristianos no podemos hacer nada sin estar bien aferrados a la viña que es Jesús.

Todos somos y seremos toda la vida, absolutamente dependientes del Espíritu, de la misma manera que el Señor, el asunto es que mientras los bebitos y jóvenes piden bendición con una finalidad de inocencia y miope egoísmo, el padre pide bendición para poder ser de bendición para los demás.

De este modo vemos que la finalidad de las bendiciones es una de los rasgos que diferencia a unos de los otros.

Uno bebe de Cristo para que broten ríos de agua viva, ríos de los cuales puedan beber los demás,
37 En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.

38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.

Juan 7
Uno es hijo de Abraham cuando los demás son benditos en él,
2 Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.

3 Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.

Génesis 12
Hace años me encontré en You Tube el vídeo de un hermano que se llamaba a sí mismo Adam.
Su reazonamiento era de lo más sencillo: él era Adán pues veía a todos los hombres como sus hijos.

Naïve o espiritualmente maduro?

Ambos, pues cuanto más maduro es uno, de más inocencia se viste.

El Padre es el Nuevo Hombre, el cual crece a imagen de Jesús, la piedra angular sobre la cual todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor.

Todos los cristianos hemos sido llamados a ser imagen de Jesús, todos hemos de llegar a ese estado de crecimiento espiritual donde uno comprende su total dependencia de Dios, donde no es una derrota anteponer las necesidades de los demás a la propia, donde no devolver mal por mal no es visto como un acto de cobardía sino de Amor, donde uno procura ser el servidor de todos, agradar solo a Dios no a los hombres, en otras palabras: Donde uno -por el poder del Espíritu en él- anda por el Camino como él anduvo.

Mientras meditáis en todo esto, dad gracias a Dios por todo en el Nombre de nuestro Señor Jesucristo...


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