Uno puede imaginárselo cavilando, Qué narices hago en prisión si mi primo es el Mesías?
Quien gritaba Arrepentíos, porque el Reino de los Cielos se ha acercado, no comprendía la anchura, longitud, profundidad, y altura de sus propias palabras.
Aquel que era el más grande de los nacidos de mujer, no era digno de desatar ni una sola de las sandalias de aquel que es más grande que el Templo, pues más importante que la ofrenda, es el altar que hace sagrada la ofrenda.
Despierta Juan que el Mesías está entre nosotros, aunque no del modo que esperabas, manchando sus ropas en el lagar, expulsando a los ocupadores, y reestableciendo un Reino como el de los gentiles, cuyos gobernantes se enseñorean y ejercen autoridad sobre ellos.
En serio, repasa tus rollos y comprueba que el Mesías no gritará, ni alzará su voz, ni la hará oír en las calles, no sea que se conviertan y los sane.
Tampoco quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare, pues en su Reino, el mayor debe ser el servidor de todos.
Decepcionado?
Bienaventurado es quien no halla tropiezo en él, y abandona toda expectativa de lo que deberían ser las cosas de Dios, y -aunque sea a regañadientes- se ajusta a ellas.
Porque de esto va todo Juan, de orbitar a Su alrededor y aceptar lo inesperado, pues solo asentado sobre la Roca podrás resistir la Tormenta.
1 comentario:
muy bueno!
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