De Algunas Diferencias entre Religión y Evangelio...

Religión:

Obedezco, por tanto, paso la prueba, gano méritos y soy acepto a Dios.

Evangelio:

Han pasado la prueba en mi lugar, soy acepto, libre de toda carga y por tanto, obedezco por Amor y sin presión alguna.

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Religión:

La motivación es producto de un miedo nacido de la incerteza, de la inseguridad.
Soy infelz...

Evangelio:

La motivación es producto del agradecimiento de haber sido inmerecidamente objeto del Amor de Dios mediante el Mesías. No he de pagar nada, sino simplemente luchar para dar fruto y glorificar lo más posible al Dios que amo.

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Religión:

Soy salvo por mis obras, el mérito es todo mío, pues por mucho que Dios me ayude, si yo no pongo mi parte, jamás llegaré a la meta...

Evangelio:

Obro, pero no para ser salvo sino porque soy salvo. Mis obras no son la causa de mi Salvación sino su consecencia. Soy salvo por Gracia, la Gloria -el mérito de mi Salvación- es de Dios, que me da aquello que soy incapaz de conseguir para alabanza de la Gloria de Su Gracia.

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Religión:

Obedezco para sacar algo de Dios. Mi relación es puramente comercial, tanto hago, tanto recibo.

Evangelio:

Obedezco a Dios porque sin entender por qué, le amo. Y aunque no entiendo el por qué de las cosas, aunque las circunstancias por las que paso son desagradables, actúo en una confianza total que nace de mi Amor.

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Religión:

Cuando las cosas no salen como quiero me enfado con Dios, conmigo mismo, o con el ídolo de turno, porque ya sabes, soy un buen tipo y merezco cumplir mis sueños! Quién narices cree Dios que es para no hacer mi Voluntad?

Evangelio:

Cuando las cosas no salen como quiero, no pregunto por qué sino para qué.

Todo en mi vida me sucede para ser moldeado a imagen del Mesías Cristo, y si soy avaricioso, Dios me hará pasar por circunstancias que me harán generoso, si soy orgulloso, por circunstancias que me humillarán, etc...

Dios me disciplina porque me ama, no porque esté enfadado conmigo, ya sabes, me disciplina porque el mayor regalo que puede darme es hacerme imagen de Jesús el Cristo que me amó, y dio su vida por mí.

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Religión:

Cuando la gente no está de acuerdo conmigo o me critica, me hundo o me enfado tanto que podría conquistar arrasar Manhattan en una semana. Nadie toca a mi Ídolo, y cualquiera que ose mancillarlo sufrirá mi Ira!

Evangelio:

Cuando la gente no está de acuerdo conmigo o me critica, no me gusta, pero no me importa mucho porque no quiero agradar a las personas sino a Dios. Sé que amar a Dios significa aborrecer todo lo que los hombres naturales aman, por tanto, no hay sorpresas. Mi identidad no depende de lo que hago sino del Amor de Dios por mí mediante el Cristo.

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Religión:

Hago largas y pomposas oraciones que no son nada más que peticiones para satisfacer mis necesidades, o por obligación ritualística. Mis oraciones se multiplican cuando necesito algo. Dios es mi Genio de la Lámpara Maravillosa que debe acceder a mis órdenes, si no, busco otra lámpara más fructífera.

Evangelio:

El fin de toda oración es una mayor comunión con Dios. Oro porque mis hermanos necesitan de mis oraciones. porque dependo de Dios en todo, porque le stoy agradecido por todo lo que me da y lo que no me da, oro porque le amo y porque uno solo puede andar en el Espíritu mediante la oración.

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Religión:

Cuando cumplo los objetivos que me marco, me vuelvo orgulloso y solo me importan los fracasos de los demás, para poder echárselos a la cara. Sin embargo, cuando no los cumplo, me siento humillado, un fracaso y me deprimo...

Evangelio:

Sé que toda mi vida no seré nada más que un pecador justificado. No obstante, el Mesías me amó y dio su vida por mí, y eso me hace sentir muy humilde y lleno de confianza al mismo tiempo.

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Religión:

Me valoro por cómo trabajo de duro, lo moral, puro y recto que soy, por eso en mi interior desprecio a todo el que no llega a mi elevada altura y excelencia.

Evangelio:

Mi valor reside en quien murió por mí, no en lo que yo hago o logro. Mi justicia no es propia, es imputada, y nada de lo que haga me podrá hacer más Justo a ojos de Dios de lo que soy.

Soy salvo por Gracia, por Misericordia, sé que todo lo que tengo lo he recibido inmerecidamente y por tanto, aborrezco todo rastro de orgullo en mí, pues sé que lo único que me separa del mala bestia más perverso que pueda imaginar, o del apático más depresivo que pueda encontrar es el hecho de haber recibido más Gracia que ellos.

Podría seguir con esto semanas enteras...