Le compro pan, legumbres preparadas y embutido para comer.
Le digo que no me dé las gracias a mí sino que le agradezca todo a Dios en el Nombre de Jesus, e imagino a los ángeles en los Cielos alabando a Dios por la proeza.
Me voy a casa con la impresión de haber multiplicado los panes mediante mi targeta de crédito, y en oración le doy gracias a Dios por bendecirme al dejarme glorificarle...
Pero en la noche, recuerdo que he olvidado de comprar algo, por lo que me no me queda más remedio que tener que volver al supermercado al día siguiente.
Rápida y mentalmente, me organizo para ir por la tarde, pues sé que si voy por la mañana volveré a encontrarme con el mendigo...
Y es aquí cuando se revela mi hipocresía.
Glorificar a Dios a costa de mi bolsillo es una bendición si lo hago ocasionalmente, pero una carga que mi bolsillo no está dispuesto a soportar si soy bendito a diario.Lo cual revela que mi oración de agradecimiento no era Gracias Dios mío por dejarme glorificarte sino Gracias Señor porque sólo he de glorificarte de tanto en tanto.
En otras palabras, Gracias Dios mío por no derribar mi ídolo: Mi bolsillo.
Rents, hipócrita...
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